Imagen del muro de Elena Valenciano
Esta ha sido una semana especialmente trágica para las mujeres y para la sociedad. 4 mujeres han sido ASESINADAS en 48 horas, a pesar de que los medios de comunicación se niegan a utilizar esta palabra, ASESINATO, y nos transmiten las noticias con eufemismos del tipo 'desgraciado suceso' o 'fallecida'.
En los últimos años, las políticas de igualdad, los programas de prevención de la violencia machista y los recursos para atender a las mujeres que viven esta situación de violencia han experimentado graves recortes. La crisis económica ha expulsado a muchas mujeres del mercado laboral, aumentando su dependencia económica, y haciendo que el número de denuncias se reduzca. De las 22 víctimas mortales reconocidas, las asociaciones hablan de 26, sólo 5 habían presentado denuncia. Tenemos una ministra encargada de estos temas, que aún no ha dicho ni mu al respecto, un ministro de justicia que quiere reformar la actual Ley Integral de medidas de protección contra la violencia de género, que insiste en que vuelva a ser un problema personal y no social, sustituyendo el término 'violencia de género' por 'violencia doméstica', reduciendo las penas de prisión para los maltratadores y proponiendo la 'mediación familiar' para estos casos. ALUCINANTE. Que nos explique cómo sentarse a mediar con la persona que te maltrata, eso no es la 'igualdad de condiciones' que requiere la mediación familiar. Mientras, otros miembros de su partido, se refieren a los maltratadores como hijos de puta (otra vez la culpa de este problema es de las mujeres, por ser putas, no?).
La violencia machista es un problema social y no personal, basada en un sistema social patriarcal, que valora más lo masculino frente a lo femenino, y que considera que las mujeres somos ciudadanas de segunda clase. Los asesinatos son la punta del iceberg del maltrato cotidiano, físico, psicológico, cultural, económico, simbólico. Nuestra vida parece valer menos que otras vidas, porque si no no se entiende que pese al goteo continuo de asesinadas no se tomen medidas urgentes al respecto. Si los asesinados fueran hombres, estoy segura de que las cosas serían de otra manera. Nadie se escandaliza de que en pocos años las asesinadas por violencia machista supere las víctimas de los años de terrorismo de ETA, que tanta convulsión crearon en este país. El silencio nos asesina de nuevo.
Y mientras no se invierta en prevención, desde la infancia, para superar la diferente valoración y asignación de roles sociales, para enseñar otras maneras de vivir tanto el amor como el desamor y para resolver los conflictos de manera más constructiva y no violenta, seguiremos contando víctimas. ¿A QUÉ ESTAMOS ESPERANDO?